Para algunas personas, la comida es sólo eso: comida. Pueden disfrutar de comer y beber sin sentirse culpables y dejar de comer cuando están llenos. Les resulta imposible pensar que, de alguna manera, puedan tener una relación emocional con el pan, los helados o el chocolate.

Después de todo, es solo comida, ¿no es así?

Para el resto de nosotros, en diversos grados, la comida puede controlar la forma en que pensamos, en que nos sentimos y puede hasta alegrarnos o arruinarnos nuestro día a día.

¿Por qué sucede eso? Debido a experiencias y circunstancias específicas, comer y beber puede relacionarse muy estrechamente con nuestras emociones. Con el tiempo y sin apenas darnos cuenta, a la comida se le va dando un poder significativo que puede llegar a controlar nuestras vidas.

Muchas de las personas que han estado a dieta durante toda su vida tienen interiorizados los alimentos como «buenos» o «malos» y se sientes culpables si come demasiados alimentos «malos». O pueden entrar en un círculo vicioso de ciclos de “hambruna y atracones”, y ya no sabe cómo comer normalmente.

¿QUÉ HAY DETRÁS DEL HAMBRE EMOCIONAL?

No hay que estar excesivamente delgado o tener sobrepeso para tener problemas con la comida.

Me encuentro con personas todos los días que tienen un peso y tamaño sanos y, sin embargo, se preocupan cada día por situaciones relacionadas con la comida.

Simplemente no pueden extraer esas ideas de sus mentes, y les hacer sentir miserables.

Si eres de los que pasan hambre haciendo dietas y luego te das atracones cuando has tenido un mal día o vomitas las comida después de comer (más común de lo que nos creemos), o te escondes para comer o quedas con los amigos cuando se supone que estás a dieta, ¡no entres en pánico!

He conocido muchas personas que se sienten mal consigo mism@s y se frustran porque sienten que su comportamiento es estúpido e ilógico y que deberían ser capaces de controlarlo.

Puedo asegurarte que no eres estúpido, tonto, ridículo o diferente. Todo lo que sucede es que, en algún momento, la comida adquirió poder y control sobre ti.

Sin embargo hay soluciones. No necesitas vivir así para siempre.

COMIENDO POR COMODIDAD

Es muy común consumir alimentos “basura” para reconfortarse después de un día difícil, cuando algo ha salido mal o simplemente cuando hay que animarse.

La comida sabe deliciosa, no te juzga por lo que acaba de suceder y, mientras comes, puede hacerte sentir increíble. El problema es que estás usando la comida para algo para lo que no fue diseñada. La usamos como una droga que nos hace evadirnos de nuestros problemas diarios y no como una fuente de energía para vivir.

Comemos incluso cuando no tenemos hambre, simplemente para controlas nuestras emociones con el posterior sentimiento de culpa, decepción y odio hacia nosotros mismos por lo que acabamos de hacer, especialmente si estamos tratando de perder peso.

Necesitamos encontrar un nuevo mecanismo de adaptación que no sea tan dañino, así como trabajar nuestra forma de enfrentarnos a los momentos de estrés sin recurrir a la tan ansiada comida.

¿ESTÁS LISTO PARA CAMBIAR?

Formulo esta pregunta por una razón muy importante: a los seres humanos, a menudo, no nos gusta los cambios. Incluso estando decididos a dar el paso puede haber “pequeños conflictos emocionales” en nuestro interior que harán que fracasemos si no los tratamos.

Veamos algunos ejemplos de cómo pueden desarrollarse estos conflictos internos:

  • Dices que quieres ser delgad@, te pones a dieta, pero continuamente estás saltándotela con barritas energéticas o chocolate puro pensando que son saludables pero que realmente siguen siendo “gratificaciones instantáneas” para contrarrestar el estrés o como premio por haber hecho bien la dieta durante todo el día.
  • Constantemente te comparas con imágenes de mujeres y hombres con cuerpos perfectos en los medios de comunicación pero, tan pronto como comienzas un programa de pérdida de peso y no ves resultados enseguida, vuelves a darte atracones y a castigarte por tu falta de voluntad perdiendo toda esperanza por enésima vez.
  • Nos comprometemos con una dieta pero a los pocos días aparece el sentimiento de autocompasión y buscamos cualquier excusa para saltárnosla: “hoy ha sido un día duro en el trabajo”, “he entrenado fuerte y necesito una recompensa”,
  • Les dices a tus amigos y familiares que quieres perder peso para sentirte mejor. En público, haces la dieta «perfecta», llena de ensaladas saludables y bebidas bajas en calorías pero, tan pronto como llegas a casa, asaltas la nevera buscando esa comida basura que nos encanta.
  • Te encanta socializar. Comer y beber es parte de la diversión. Sabes que tu peso se está convirtiendo en un problema, pero sigues posponiendo hacer algo al respecto. Cuando te preguntas por qué, entiendes que estás comprometido con ser un divertido animal de fiesta y cualquier cambio te condenaría a ser aburrido y menos popular.

¿Somos capaces de reconocer cualquier conflicto entre lo que quieres y lo que estás haciendo actualmente? Ser consciente de esto es un gran primer paso. Una vez que hayas identificado los problemas subyacentes que sabotean tus hábitos alimenticios, tendrás el poder de elegir hacer algo al respecto.

El objetivo es crear un nuevo conjunto de compromisos que puedan ayudarte a alcanzar tus metas y tus sueños.

¿CÓMO MANTENER UN DIARIO DE ACTITUDES Y APTITUDES DURANTE UNA DIETA?

En una hoja de papel, dibuja una tabla en blanco con 5 columnas. Etiquete las columnas de la siguiente manera:

1. Identifica el problema:

Se trata de que anotes el momento, las situaciones y circunstancias (factores desencadenantes) en las que estás comiendo más de lo que crees, que necesitas o que deseas. Estas suelen ser las ocasiones en las que comes por comodidad, castigo o recompensa. Lo que creas que pueda ser un problema para ti.

Probablemente, cada vez que aparece uno de estos factores desencadenantes, sin darte cuenta (y sin realmente pensar que tienes opción), terminas buscando comida por razones equivocadas.

Escribe los desencadenantes comunes en la columna 1. Por ejemplo:

  • Cuando discuto con mi novi@/espos@, me enfado tanto que recurro al chocolate o algo dulce.
  • Tan pronto como mis hijos se van al colegio, siento que estoy sol@ y busco comida en la despensa para quitarme la sensación de soledad.
  • Odio mi trabajo y cuando he tenido problemas con el jefe o con algún cliente o compañero, termino comprando cualquier chuchería de camino a casa, y comiendo más de lo que sé que necesito.
  • Cuando estoy a dieta y me tomo una galleta, me siento realmente culpable, porque estoy tratando de perder peso. Me siento como fracasad@. Por alguna razón, sin embargo, luego me como todo el paquete en lugar de detenerme en esa primera galleta.
  • Durante las comidas principales suelo comer menos de lo que me toca. Sin embargo durante el día no dejo de picar aquí y allá.

2. Ponle nombre a cada tipo de desencadenante.

Una vez que haya identificado el momento en que aparece esa hambre desconcertante, ponle un nombre corto para que cuando aparezca, a partir de ahora, lo sepas reconocer al instante.

No importa cuán tontos sean los nombres que se te ocurran, son solo etiquetas con las que te podrás identificar rápidamente cuando te encuentres en esa situación.

3. Profundiza en los detalles.

Responde las siguientes preguntas sobre cada uno de los factores desencadenantes:

  • ¿Qué estás pensando? Tómate el tiempo que necesites para escribir algo sobre los pensamientos que pasan por tu cabeza cuando te encuentras en estas situaciones.

  • ¿Cómo te sientes en el momento en que esto está sucediendo?

  • ¿Qué esperas conseguir al comer en ese momento? ¿Alivio? ¿Placer? ¿Castigo?

  • ¿Qué tipo de comida estás comiendo? ¿De dónde lo sacas?

Escribe estos detalles en la columna 3. Por ejemplo: “Me siento sol@ cuando los niños se van al colegio”. «Pienso que nadie me ama realmente». “La comida me da comodidad y apoyo”. “Como cualquier cosa, salada o dulce, que esté abierta en el refrigerador o en la despensa».

4. ¿Cómo puedes cambiar tus pensamientos?

Ahora que ya tienes claro cuáles son los factores desencadenantes y como te comportas ante ellos, puedes recuperar el poder sobre ti mism@. Puede cambiar esos hábitos de alimentación para obtener el resultado que deseas. Por lo tanto, para cada situación adversa deberás crear una nueva idea o acción. Por ejemplo, podrías escribir: «No tengo hambre en este momento, pero estoy sol@ y aburrid@. Puedo salir a dar un paseo, leer un libro interesante, llamar a un buen amigo, hacer algo de ejercicio, meditar, hacer yoga en casa con cualquier tutorial de internet”.

Los que se te ocurra, antes que pasarte por la cocina.

5. Configura tu entorno para que te sirva de apoyo.

No tiene sentido planear tomar una taza de té en lugar de servir una copa de vino después de un día estresante si hay botellas de vino abiertas en la nevera y una copa de vino en la encimera. Son recordatorios visuales de sus viejos hábitos que debes evitar.

Piensa en todas las cosas que pueden suponer un problema a la hora de llevar a cabo tu nuevo plan. ¿Qué necesitas cambiar en tu entorno para asegurarse de que puede hacer lo que realmente desea hacer (que es comer y beber simplemente para alimentarte)?

Por lo pronto eliminar de tu nevera y despensa todos los alimentos que tomas en esos momentos de estrés.

Piense en los pasos que debe seguir para asegurarse de que su entorno sea positivo y que apoye el cambio.

Complete estas ideas prácticas en la columna 5.

CONCLUSIONES

Obviamente todo lo descrito es más fácil decirlo que hacerlo. Como todo, al principio te costará más trabajo pero con la práctica verás que cada día te resultará más sencillo seguir las pautas hasta que llegue el momento que lo interiorizarás en tu estilo de vida.