Muchas personas, cuando quieren bajar de peso, confunden su cuerpo con un simple horno: “si yo consumo 2500 Kilocalorías diarias e ingiero 1.500 Kilocalorías, tengo que bajar de peso sí o sí.” Pues bien nuestro cuerpo, aunque se le pueda aplicar la 1ª Ley de la Termodinámica, no es una ciencia exacta.
Probablemente, si confeccionáramos una dieta baja en calorías de comida basura y estas fueran inferiores en número a las que estamos acostumbrados a comer diariamente, seguro que también bajaríamos de peso pero ¿a qué precio? Y ¿durante cuánto tiempo podríamos mantenerla sin que aparecieran carencias nutricionales? Está comprobado que, con el simple hecho de reducir el número de calorías en nuestra dieta, vamos a experimentar una bajada de peso pero eso no es el único parámetro que debemos tener en cuenta a la hora de elaborar una dieta para perder peso.
¿Crees que influyen de la misma manera en nuestro organismo 200 calorías de azúcar y 200 calorías de verdura?
Desde mi punto de vista creo que la prioridad se basa en distribuir las calorías de una manera óptima por cada nutriente. Y es ahí donde juega un papel importante nuestras hormonas. Nuestro organismo procesa la energía a través de ciertas hormonas. Por lo tanto es casi más importante buscar el equilibro hormonal que el propio equilibrio energético a la hora de confeccionar un plan dietético.
Por supuesto no deberíamos olvidar otros factores muy importantes como el estrés y el descanso.
Más concretamente debemos prestar especial atención a las siguientes hormonas:
LEPTINA
Cuando los científicos descubrieron la leptina en 1994, hubo una gran emoción en los círculos farmacéuticos pues se creía haber dado con la solución a la obesidad. Pero nada más lejos de la realidad. En realidad la leptina no es nuestra “hormona de la obesidad”. La leptina es nuestra “hormona del hambre». La leptina le dice al cerebro que ya tiene la suficiente energía almacenada en las células de grasa para participar en los procesos metabólicos diarios como hacer ejercicio, trabajar, etc.
Pero ¿qué pasa cuando hacemos dieta? Obviamente el nivel de grasa de nuestras células desciende al igual que la cantidad de leptina. Es por ello que el cerebro interpreta que estamos entrando en un proceso de inanición y activa los mecanismos de defensa. Uno de esos mecanismos es almacenar la grasa suficiente para que los niveles de leptina den correctos y el otro es crearnos sensación de hambre. ¿Veis porqué no es buena idea reducir drásticamente nuestras calorías para bajar de peso?
INSULINA
La insulina es la hormona que permite que parte de la glucosa (azúcar en sangre) que utilizamos, pueda entrar y ser almacenada como fuente de energía (glucógeno) en las células grasas, músculos e hígado. Cuando esa energía es necesaria, el hígado convierte de nuevo el glucógeno en glucosa y lo libera en el torrente sanguíneo.
GLUCAGÓN
El páncreas produce el glucagón y lo libera cuando los niveles de glucosa están demasiado bajos. Es el que permite que el hígado, como he comentado antes, el cuerpo libere la glucosa que tenía almacenada (en forma de glucógeno) a la sangre. Puede ocurrir porque llevemos mucho tiempos sin comer o porque necesitemos un aporte energético extra puntual.
Como vemos, la insulina disminuye los altos niveles de glucosa y el glucagón los aumenta. Este equilibrio es vital para un constante aporte de energía.
CORTISOL
También conocida como “hormona del estrés”. Nuestro cuerpo la genera ante situaciones de estrés o peligro para ayudarnos a solucionar dichas situaciones. Tiene un efecto directo sobre el metabolismo ya que es la única hormona que alimenta de glucosa al cerebro y, en situaciones “difíciles” tratará de conseguirla a toda costa incluso con la destrucción del músculo o quitándosela otros tejidos. De esta manera, los procesos anabólicos de recuperación, renovación y generación muscular se detienen y el organismo cambia al metabolismo catabólico para resolver dicha situación de alarma. Además el cortisol genera un aumento de insulina lo que produce una mayor sensación de necesidad de dulces y fritos.
Por todo ello, una vez más, es importante no dejar de mantener un aporte calórico óptimo aun cuando estemos intentando bajar de peso.
MELATONINA
Al igual que el antagonismo que se produce entre la insulina y el glucagón, la melatonina mantiene una relación similar con el cortisol.
La Melatonina es una hormona segregada tanto por el cerebro como por el hígado y el estómago que aumenta sus niveles de producción con la falta de luz y de actividad cerebral y su misión es inducir el sueño.
Esta hormona estimula la aparición de “grasas pardas”: este tipo de células grasas, a diferencia del tejido adiposo blanco, estimula la combustión de calorías, evitando su almacenamiento.
De ahí la relación de descansar lo suficiente si queremos bajar de peso.
CONCLUSIÓN
Tenemos que hacer caso a las calorías pero mucho más a nuestro equilibrio energético y hormonal para poder afrontar una dieta que nos de resultados y que estos se mantengan en el tiempo.
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