¿Alguna vez te has preguntado por qué recurrimos a la comida en los momentos de ansiedad? Hay muchas personas que utilizan este recurso para evadirse de ciertas situaciones, por lo que al pasar por periodos de estrés engordan y creen tener más hambre de lo normal, cuando en realidad su cuerpo no les está pidiendo alimento. Esto se denomina hambre emocional, y es un recurso que utiliza nuestro cerebro, como un tipo de «anestesia» para calmar las emociones y enfrentarse a ellas en otro momento. Es importante reconocer este tipo de «hambre», ya que no es una necesidad como tal. Por eso hoy vengo a contarte unos tips sobre cómo diferenciar el hambre real del hambre emocional.

Qué es el hambre emocional

Antes de nada debemos entender el concepto de hambre emocional, para saber a qué nos estamos enfrentando. Hay quienes lo consideran un trastorno, pero en general, el hambre emocional se define como un tipo de alimentación desordenada que tiene que ver con causas psicológicas. Algunas claves para entender que se trata de hambre emocional, es que el objetivo es paliar emociones o sentimientos, utilizando la comida como herramienta de celebración, consuelo o compensación por algún comportamiento.

Las personas que sienten este hambre emocional, en un primer momento, utilizan la comida para sentirse mejor mientras comen, pero poco a poco esa sensación de bienestar se va disipando. Puede acabar derivando en trastornos de la conducta alimentaria, ya que la sensación agradable de la que hablamos, en la mayoría de los casos se acaba convirtiendo en culpa. Por otro lado, debido a los aditivos, los alimentos ultra procesados, los potenciadores de sabor y la hiper palatabilidad de los alimentos, algunas personas acaban incluso desarrollando adicción a la comida, o cierto tipo de alimentos.

Cómo diferenciar el hambre real del hambre emocional a través de algunos trucos

La clave está, como ya hemos dicho en muchas ocasiones, en escuchar a nuestro cuerpo. Y saber qué es lo que nos está demandando. Es complicado entender cómo funciona el cuerpo, si estamos acostumbrados a no escuchar nuestras necesidades, pero hay algunas pistas que pueden ayudarnos a identificar el hambre emocional.

hambre real y hambre emocional diferencias

Hambre de dulces, caprichos o comida basura

Normalmente cuando tenemos hambre, nos da igual lo que nos llevemos a la boca. Si tenemos hambre de verdad, lo mismo nos da comernos una manzana que una barra de pan. Y es que lo que nuestro cuerpo nos pide, es saciarnos. No tenemos en la mente la frase de: «me apetece… esto o lo otro.» Si nuestro cuerpo nos está pidiendo dulces, comida basura, o algún alimento ultra procesado, seguramente estemos ante un pico de ansiedad, debido a alguna emoción que estamos intentando silenciar con comida. Por lo que estamos ante hambre emocional, no hambre real. Debemos parar un momento y analizar si verdaderamente tenemos hambre, comer una fruta, un lácteo, o unos frutos secos y observar si estamos saciados.

Prisa por comer «de repente»

Cuando tenemos hambre real, solemos tener ganas de comer que van incrementándose poco a poco. Vamos teniendo cada vez más hambre. Pero en cambio el hambre emocional aparece de la nada,  de repente. Es una sensación de tener muchísimo hambre sin previo aviso, por lo que si nos pasa esto, debemos sospechar y preguntarnos si verdaderamente nuestro cuerpo tiene hambre. La necesidad de comer para obtener energía no suele aparecer de cero a cien sin avisar.

Sensación de culpa tras haber comido

Otra de las grandes pistas que nos da el cuerpo, aunque esta sea a posteriori, es la sensación de culpa o malestar. Cuando tenemos hambre real y comemos, nos sentimos satisfechos después. En cambio, si estamos hablando de hambre emocional, no vamos a saciarnos con cantidades normales. Pero además de esto, después de haber comido, habrá una sensación agridulce en el cuerpo, que no se suele tener tras resolver una demanda que nuestro organismo nos solicita.

Diferenciar el hambre real del hambre emocional no es cosa de un día

Aprender a hacer esta diferencia es algo complejo, pero lo primero que debemos tener en cuenta es que lo que más nos va a ayudar es estar bien alimentados. Nuestro cuerpo debe tener satisfechas sus necesidades de alimentación y por ello lo mejor es ponerse en manos de profesionales. Después de esto, ya corre por nuestra cuenta el trabajo y el cambio de hábitos que queramos hacer.